LA PLANCHA

UNA HISTORIA DESDE EL CONFINAMIENTO: CAPITULO XII

La plancha con camiseta de lazo amarillo de libertad

“House of Cards” acaba con la muerte de Doug, Claire le clava el abrecartas y le tapona las vías respiratorias mientras se desangra sobre la alfombra del Oval, ahogado en el pastoso fango de la mentira, la conspiración y el mal…

Con lo de la serie se nos ha pasado la hora del paseo de media tarde en el balcón, el de calmar la ansiedad con un Gin-tonic o una cerveza “con”. Pienso en algo para salir del paso y decido ponerme a planchar. Me gusta planchar porque entre camisa y pantalón puedo pensar. Cuando me agacho para coger la siguiente prenda del montón reseteo el pensamiento anterior y al empezar empiezo de nuevo a pensar. Cuanto más grande el montón más da para pensar y, a veces, cuando el montón es pequeño, busco prendas en el armario y las pienso por segunda o por tercera vez, hasta la extenuación. Planchar me relaja, es como una droga.

La tabla la tiene Andrea, escondida detrás de la puerta de su habitación, el montón de ropa arrugada está en nuestro dormitorio, en el trasfondo de un armario, y la plancha en un mueble que hace las veces de minibar, bajo la tele del salón. Estas cosas se guardan por separado, lo hemos aprendido en las series… es por lo de las redadas de la policía.

Ya llevo un rato aplanando arrugas en cuellos y mangas, en las camisetas de algodón, por delante y por detrás, y en el alma, y doblando las prendas después tan simétricamente como soy capaz. He conseguido poner en la tele un playlist de boleros a la guitarra española que me ayudan, suave, a conseguir la calma.

Entonces aparece Ana en el salón:

–Yo ya estoy. ¿Ponemos ya el capítulo?—Me pregunta buscando también mi aprobación.

–Vale, por mí sí—Le digo y vuelta a empezar.

“La casa de papel”, temporada cuatro desde el punto de vista de los rehenes.

Joan López – Abril de 2020