ALOE

UNA HISTORIA DESDE EL CONFINAMIENTO: CAPITULO XXXI

Aloe

Algo he tocado porque no me sale la opción de buscar un sinónimo para la palabra hidroalcohólico. Además, me sale con subrayado rojo, como si no existiera y, claro, si no existe cómo va a tener sinónimos. Existir si existe, quizá desde hace sólo unos meses pero existe, vamos que si existe, eso seguro.  Pero bueno, dejando aparte los temas existenciales, cuando la señalo y pulso el botón derecho del ratón no sale la opción sinónimos en el menú desplegable del puntero. Pruebo a darle más suave y más fuerte, por la  punta, por el centro y también por la parte más anterior… ¡Y que no hay manera! 

Dejo el escrito a medias y salgo a tirar la basura para que me dé un poco el aire.  Al llegar a la esquina me topo con Otto, un alemán que vive en el barrio y que conocí un día, hace dos o tres años,  en el centro cívico  pidiendo información sobre un taller de escritura por el que ambos nos interesamos. Aparte de eso, con este hombre no he vuelto a hablar ni coincidir jamás. Ante el sorpresivo encuentro, uno y otro damos un paso atrás para saludarnos, a distancia, buscando la respectiva seguridad, pero él con acento alemán.

–¡Vamos a tener un bebé!—Me ha soltado así, de sopetón, como si lo tuviera preparado para decírselo al primero que se cruzara en su camino sin importar quién.

–Nos hemos enterado hace un mes y le vamos a poner Aloe—Me dice de seguido, sin esperar mi consecuente felicitación por la noticia.

–¿Cómo dices?—Le contesto extrañado y para que me explique.

–Si, que la vamos a llamar Aloe. Aloe de nombre, va a ser niña—Intenta aclararme.

—Es por lo del Aloe Vera, a mí me gusta mucho  y a mi esposa está encantada… porque es lo mejor que hay para todo, para la manos, y para el hidroalcohólico, y para lavar la ropa, y el jabón de los platos, en fin, para todo. Ella está encantada y se nos ha metido en la cabeza, ya sabes como somos. El Aloe es lo mejor y suena bien—Me sigue explicando, escupiendo las palabras como lo hacen los alemanes pero más rápido.

–Pues felicidades Otto, me alegro, un saludo a tu mujer y un beso para Aloe, cuando nazca— Me despido y reanudo el camino hacia los contenedores. El estado de shock en que me ha dejado Otto casi hace que me equivoque con la basura, un poco más y tiro los envases en el de la orgánica.

Cuando vuelvo a casa, lo primero, lavarme las manos con el jabón de Aloe que compré a los alemanes del Lidl. Después sigo buscando un sinónimo para hidroalcohólico pero sin existo. O es hidro o es alcohólico… ¡No hay más!

Voy a la nevera a por una cerveza “con”.

Joan López – Mayo de 2020