MAYO DE 1991, LA BODA

HISTORIA DESDE EL CONFINAMIENTO: CAPÍTULO XXXIII

El día de la boda

Como es preceptivo, a la iglesia fuimos por separado, cada uno desde nuestras respectivas casas y con nuestros respectivos nervios y emociones.  A mí me recogió mi primo Floren, en un Seat Toledo, un prototipo del primero de la gama que sacó al mercado la marca española, pero que no lo hizo hasta unos días después, ese mismo mes de Mayo, en el Salón del Automóvil. A él se lo dejaron en Seat, donde trabajaba y porque tenía mano en… bueno, en donde quiera que hubiera que tener mano para que te dejaran el prototipo. Durante el viaje, todo el mundo se quedaba mirando, pero creo que por el coche.  El de la novia fue el Alfa Romeo 75 de Salva, el por entonces todavía novio de Maria José, una de sus mejores amigas desde el instituto, el colegio, incluso desde antes, desde el primer gateo, según dice. Una virguería de coche, la verdad, del obligatorio color blanco para estos casos, nuevecito del año 90 y con muy pocos kilómetros, un motor de gasolina 1.8 de 120 CV, dirección asistida (hasta el altar), cinco puertas, con aire acondicionado, con todo y debidamente adornado como se hace con los coches que llevan a las novias.

Al poco de llegar a la iglesia en el Seat Toledo, vi pasar el Alfa Romeo blanco por la calle de detrás, lo conocí por una pegatina de trébol de la suerte que Salva le había puesto en la parte trasera. El trébol de la suerte dio varias vueltas alrededor de la iglesia por las calles adyacentes hasta pasada, más o menos, media hora desde su primera aparición y para que la espera del novio fuera también la estipulada. Luego paro en la entrada, mi madre me cogió del brazo y me llevó al altar, esperé un poco más hasta que su padre hizo lo propio con ella y ya, sin más dilación, nos casamos por fin.

El trébol de la suerte me distrajo varias veces de lo que nos decía el cura, aún ahora me pasa, aparece  de vez en cuando pegado al lado del intermitente trasero del Alfa Romeo, cómo indicándome el camino cuando tengo dudas, a veces de sorpresa para alegrarme el día, otras cuando le llamo en el desespero de los malos momentos, entonces me vienen ganas de decir…

Sí quiero, te quiero y te quiero para  toda la vida, Ana.

Joan López – Mayo 2020