HISTORIA DESDE EL CONFINAMIENTO: CAPÍTULO XXXVI
Salí a pasear en el horario permitido y al poco me crucé con un conocido del barrio al pasar por la avenida Doce. Le reconocí por los golpecitos que daba en el suelo con su bastón. El señor trabaja confinado en un quiosco situado en la avenida anterior, la número once, que ya es casualidad. No es ciego de nacimiento ni del todo, según me dijo una vez, ve como si fueran sombras y reconoce a las personas por su voz; A algunas también por su olor corporal que, en muchas ocasiones, también tiene asociado a la voz y le permite un mejor reconocimiento.
Mi registro de voces y olores asociados es mucho más limitado, que no es lo mejor para cruzarte con reconocidos. Así que me toca pasear a ciegas.
Joan López – Mayo 2020
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