PROFILAXIS

HISTORIA DESDE EL CONFINAMIENTO: CAPÍTULO XLII

Espero la hora del paseo sentado en el sofá, viendo en la tele  y mirando de vez en cuando por la ventana la evolución de unos nubarrones que amenazan lluvia. Pero, la verdad, con tanta profilaxis se le quitan a uno las ganas de salir. Que si la mascarilla, que si los guantes, que si mejor a las nueve que a la ocho porque hay menos paseantes. Y al volver más todavía, que si lavarse las manos, que si quitarse los zapatos… lo mejor sería desvestirse entero al entrar y lavar inmediatamente la ropa a sesenta grados. Y no hay que olvidarse de la desinfección del móvil con alcohol. Por la televisión explican cómo les va a los de la fase 1 de la desescalada… y también se me quitan las ganas de eso, de desescalarme… mejor me quedo aquí, sentado en el sofá, libre el resto de mi vida.

En estas que se hace la hora justo al tiempo en que Ana entra por la puerta.

–¿Qué, salimos?—Me propone desde la puerta con la voz ensordecida por la mascarilla— Que si salimos ya no entro y así no me tengo que quitar los zapatos, ni me lavo las manos, ni me quito la ropa, ni la lavo a sesenta grados, hasta la vuelta—me continua diciendo, como leyéndome los malos pensamientos y para convencerme de que salgamos ya,.. ahora mismo.

–Vale, espera un momento que me pongo los zapatos,  me lavo las manos, me pongo la mascarilla y ya nos podemos ir—le contesto disimulando las pocas ganas todo lo que puedo.

–Pero sólo son las ocho—le digo en tono de advertencia y por si no se ha dado cuenta de la hora.

–Sí, ya lo sé, pero como amenaza lluvia no hay mucha gente—me dice como justificando lo de la hora.

–Coge el paraguas, por si acaso—me dice a continuación.

El paraguas está detrás de la puerta, junto a la sombrilla para prevenir las insolaciones. Con la mascarilla y los guantes ya puestos voy a por él, por si acaso llueve y nos mojamos.

Joan López – Mayo 2020