INVITADOS PARA CENAR

UNA HISTORIA DESDE EL CONFINAMIENTO: CAPITULO XXV

Una grata sorpresa, vienen a  cenar a casa una  pareja de amigos que hace tiempo que no vemos, lo hacemos de higos a brevas, pero es como si fuera a diario, son de los de toda la vida. Creo que a ellos les pasa lo mismo, y también entre sí. Ana está emocionada pero como el de las cenas soy yo también me emociono, por lo de cocinar, claro.

— ¿Qué hacemos? ¿Una pizza?—Propongo mientras  abro y miro en la nevera para ver qué hay.

— A ver, que hace mucho que no nos juntamos, algo un poco más, no sé, más especial— Me contesta Ana, aún con la emoción en el habla.

Entre las frías y blancas paredes de la nevera sólo veo un tomate, un sobre de jamón de York, un pimiento, medio calabacín del braseado de ayer y un bote con tres banderillas; de  la puerta cuelga media botella de vino blanco peleón y el cartón de leche empezado. Sigo emocionado, aunque un poco menos.

— Ya sé, haremos un calzone—Le digo desde la cocina, esperando su aprobación antes de cerrar la nevera y mirando el reloj de pared para comprobar que todavía estoy a tiempo de bajar al súper.

— ¿Un calzone? ¿Y eso? Pero si no lo has hecho nunca. ¿Y ya sabes?—me dice ella, pero ya sin exaltación alguna.

— Pues eso, especial, es una pizza especial y una cena especial por novedosa—le contesto.

Y sin más, enciendo el horno para que se vaya calentando y me bajo al súper a por la masa fresca, un sobre de beicon, uno de mozzarella también peleona y algo más que ya se me ocurrirá en el último momento, como siempre. Porque no lo he dicho, pero el tronco común de mis cenas es la improvisación. A veces falla.

— Pon la mesa si acaso—Le digo antes de salir.

Cuando vuelvo  la mesa ya está puesta, perfecta, como siempre. Me meto en la cocina y empiezo con el calzone especial. Mientras estiro la masa en la encimera enharinada no dejo de darle vueltas a lo de la cena especial. De hecho es verdad, estos dos son un poco especiales. La última vez que cenamos— fue en su casa — él nos preparó un ternasco al horno buenísimo. Mi amigo es uno de esos friqui cocinillas, chef y sommelier, todo junto. Vivimos aquella cena casi desde la matanza del cordero (si es que tal ritual existe) hasta la placentera sensación del último sorbo del vino que escogió para el maridaje, nos habló del árbol que dio las ciruelas que le puso de guarnición y de la variedad de patata especial para el asado que compró a uno que tenía un huerto, pasando por la correcta graduación calórica del horno, desde el precalentamiento hasta el  típico apagado de “mientras picamos que se acabe de hacer”, cuyo punto exacto también es importante, según dijo para sentenciar.

— ¿Habrás comprado vinito y algo para picar, no?—La oigo decirme mientras estoy en  la habitación meditando mis rollos e inmerso en un cambio de ropa para más comodidad.

— Pero no será el de la última vez, que no me gustó  mucho y después me duele la cabeza. En la nevera todavía queda media botella.  Y más con lo pesado que se pone tu amigo, que no se calla ni bebiendo agua con un embudo. Te acuerdas con las patatas, que nos explicó hasta como habían hecho la bolsa y todo, y los sabores raros, con lo que los detesto. ¡Joder pon patatas normales, las de toda la vida! ¡Joder, normales y ya está! ¡Son las mejores y nos gustan a todos! Son ganas de complicar las cosas y fastidiar… porque creo que él es así, un poco toca pelotas y un plasta como él sólo, y con esa obsesión que tiene por todo, sobre todo por la comida y oye…—me continúa diciendo, mirándome y tras una pequeña pausa — ¡Que no está gordo! ¡Porque gordo no está! Pero que quieres que te diga, me cae un poco gordo, sí, ese tipo de gordura sí—Y bla, bla, bla… hasta pasados diez minutos. Me quedo quieto mientras la escucho y por un momento desisto del cambio de ropa para salir de nuevo. Pero no, el vino peleón de la nevera nos vale.

— Ella es diferente—me dice como para arreglarlo un poco—sabe escuchar y nunca te interrumpe en la conversación, muy educada y siempre con las palabras justas y sin cansineos. ¿No te parece? A mí sí, a mí me gusta mucho más ella que él, no va de sabionda… la verdad, no me explico cómo pueden estar juntos, son tan diferentes… En fin— Y se hace el silencio a la vez que cierra la puerta del baño.

De vuelta en la cocina, sigo con la conversación para mis adentros.  A mí, la verdad, ni fu ni fa, más bien tirando a regular. El día del cordero se puso como loca cuando descubrió una pequeña mancha en el mantel y la mesa ya estaba más que puesta, con el picoteo y los platos y toda la parafernalia de estas ocasiones especiales. El mantel lo había escogido él porque los colores de motivos otoñales iban bien con el asado y el tinto del rioja.  Ella montó un pollo y, en medio de una discusión de pareja que se generó como de la nada,  estuvo a punto de desmontarlo todo y cambiar el mantel. Es muy maniática con estas cosas y siempre tiene un   “no lo soporto” de algo o de alguien en la boca.  Pero es verdad, las cosas como son, no te interrumpe jamás en la conversación y tampoco es como él… Vamos, que no habla tanto, más bien poco.  Bueno, menos mal que a la postre, lo de la mancha lo solucionamos poniendo el plato de los patés encima y disimulando, como mirando a otro lado, cuando acercábamos el cuchillo de untar a por un poco.

Mientras miro como engorda el Calzone, con un tenedor en la mano por si hay que pinchar, me avisan por WhatsApp que ya llegan. Cojo los platitos de picoteo al estilo camarero y me dirijo a la mesa para ir colocando las cosas. Pero antes de poder dejarlos… ¡Horror!

— ¿Has visto esto? ¡El mantel está manchado!—Le grito asustado a Ana que ya se está cambiando en la habitación.

— No es nada,  esa no se va, da igual con qué lo laves, está así casi desde el principio—Me contesta en tono calmante.

— Pero ya sabes…el lio de la última vez, por una manchita de nada. ¿Y si lo cambiamos?—le vuelvo a gritar  tratando de convencerla.

Sin darme respuesta, ha salido y, mientras se ponía un pendiente, me ha cogido el platillo de las banderillas de la mano y lo ha puesto encima.

En uno de los móviles suena una llamada entrante del Skype pero no  descolgamos.

Joan López – Abril de 2020