De pequeño me gustaba decir que vivía allí, en la Cruz verde. En realidad era unos portales más abajo de la calle Travesía Pablos, de Torreperogil. Allí les conocí a ellos, a ella, que me preparaba los hoyos de aceite y azúcar para la merienda. Y también a él, que casi nunca estaba por su quehacer diario con el carro, de aquí para allá.
Me manchaba la espalda de cal al sentarme en la acera, junto a la cruz, para imaginar historias de las de guerrear, como las que veía en el cine de verano. Cuando me apetecía jugaba un rato al aro, dándole con la mano porque con el palo no me salía. A menudo ella me llamaba dándome una voz. Me gustaba que me mandara a por la leche porque tenia el encargo de vigilar a la señora para que me pusiera la cantidad correcta, sin engañarme. Me contó que una vez se la dieron aguada y le dio mucha rabia.
Hoy les visité y les recordé, a mi mama Marina y a Matías. Las lluvias de estos días han sido fuertes pero no han maltrecho las flores…
Yo me fui a la Cruz Verde, para estar con ellos un rato.
Joan López
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