POR UNA MASCARILLA

UNA HISTORIA DESDE EL CONFINAMIENTO: CAPITULO XXIII

Mascarilla en retrovisor

Hoy estaba paseando apoyado en el balcón, como de costumbre, después de la siesta,  observando el devenir de la calle, de las aceras y también de los coches que  transitan a cuenta gotas. De pronto, por la esquina aparece una furgoneta blanca un tanto destartalada y quizá  más nerviosa de lo que debiera. A la vez que frena para pararse en doble fila, delante del colmado Eurohalal, el conductor con uniforme de reparto intenta hacerse con una mascarilla que lleva colgada en el retrovisor interior, alargando el brazo, y todo el cuerpo,  hasta levantarse del asiento. El vehículo, que todavía no ha frenado del todo, pierde la trayectoria recta y se empotra ligeramente a la derecha, contra un Ibiza (¡Qué playas las de Ibiza!) de color blanco que está aparcado justo delante de la pescadería Gallego. El que parece ser el dueño del Ibiza sale del establecimiento haciendo aspavientos con las manos,  pero sin mascarilla. El conductor de la furgoneta, mascarilla  en  mano  baja del vehículo, y empieza a gesticular alternativamente, señalando la prenda protectora  y después juntando las dos manos como pidiendo perdón. Se  encaran como a un palmo de distancia y empiezan a discutir y a gritarse. Ha sido entonces cuando  una perceptible nube de Covid-19 ha empezado a cubrir sus cabezas, creciendo a cada segundo y cambiando de tonalidad por momentos, desde el rojizo cabreo al fluorescente verdoso radiactivo. El halo nebuloso  ha ido cubriendo los dos cuerpos humanos durante los minutos siguientes, mientras rellenaban el parte amistoso que uno ha sacado de la guantera, juntitos y apoyados en el capó… Antes los dos se han cagado en sus propias y respectivas putas vidas en varias ocasiones. Cuando las aguas han vuelto a su cauce, los dos hombres se ha separado, uno ha vuelto a la pescadería y el otro a cruzado la calle y ha entrado en el colmado, cada uno envuelto en su propia nube.

Al poco de lo ocurrido, una señora con perro pasa por la acera y al rebasar la puerta de la pescadería el perro adquiere el mismo halo fluorescente verdoso radiactivo. Miro enfrente y por la puerta del Eurohalal no sale nadie, pero tengo miedo.

Joan López – Abril de 2020